El confinamiento social al que nos enfrentamos desde hace casi dos semanas con el toque de queda a causa del coronavirus se hace más soportable con moral de victoria, dosis de paciencia -que no de resignación-- y con el compromiso de ir todos en la misma dirección en la singladura de este velero llamado España que de peores tribulaciones ha salido airoso en su azacanaeda Historia.
Menos mal que las nuevas tecnologías traen un universo de ocio o diversión al hogar que se suma a las charlas de familia cuyos miembros ahora reencuentran y saborean en todo su esplendor tocando lo divino y lo humano, la nostalgia de recuerdos y los propósitos de futuro que estos trances traen de regeneración y voluntad de enmienda.
Aluvión de películas, series y documentales en abierto o en las plataformas de entretenimiento, sempiternos programas de cocina y bricolaje, cursos para aprender a tocar instrumentos musicales de los más variopintos, bizarros y exóticos que da la aldea global, libros aparcados de lectura pendiente desde la noche de los tiempos ante el trepidante mundo de este milenio,..., eso y más dan estas jornadas de reclusión colectiva amenizadas por la tele, Internet y sus consabidas redes sociales preñadas de filosofía casera, "memes" , desahogos existenciales y diatribas contra culpables de todo o nada en plan maniqueo,...
Y, hablando de música, hay temas para dar y tomar, versiones e intérpretes para todos los gustos y reivindicaciones y muchos cantantes, trovadores de una coyuntura nueva y desprevenida que son admirables por regalarnos al oído al vecindario, en vivo y en directo, desde el escenario mínimo de un balcón, esas tonadas románticas, solidarias, generosas, vocacionales por desprender arte hecho para alegrar los corazones del prójimo.
Bullicio de terraza que asimismo mete en esa vorágine la cita sagrada de las 8 de la tarde con aplausos que resuenan en señal de tributo, de merecido homenaje a esa, por suerte, inmensa nómina de héroes anónimos pero visibles en su extraordinaria faceta de dar la talla profesional y hasta su salud y vida como son los hombres y mujeres del ámbito sanitario. A esos servidores del bien común se suma todo un Olimpo de trabajadores también forjados en destreza y conciencia más que sobrada para que este país no se pare, para que tenga horizonte de confianza. Nos congratulamos de un podio constituido por efectivos del Ejército, de fuerzas y Cuerpos de Seguridad, de farmacéuticos, de profesionales del transporte y la logística, de supermercados, gasolineras, por un gremio al pie del cañón como el de los informadores de los medios de comunicación,... Todos ellos referentes claros de un tiempo decisivo para afrontar desafíos, en la hora de la verdad.
Un olé por todos vosotros.
Juan José Ruiz Moñino