Un municipio es en todo momento el resultado de un conjunto de factores, una suma de acciones, un cúmulo de emociones que consiguen que la vida fluya por él y que determina en última instancia esa realidad cotidiana en la que ponen el pie sus vecinos. En la planificación y gestión de las riendas de una localidad no hay dogmas absolutos si exceptuamos el valor supremo de respetar a la ciudadanía la preservación de su sana armonía de convivencia. Es por ello que no existen pequeñas y grandes realizaciones u obras ni grandes o insignificantes problemas. Una modesta obra, como pudiera ser una reducción de nivel de aceras, supone la mayor solución al nada desdeñable problema para un vecino con movilidad reducida, al igual que una ambiciosa infraestructura puede alcanzar la mínima expresión a los ojos de ese ciudadano que ve inundada su calle cada vez que descarga torrencial lluvia.
El desafío para los responsables de los destinos de una localidad, para los gobernantes, más bien los ubicados en la esfera municipal, la más próxima y directa al vecino, es gestionar los recursos de manera correcta para asegurar el equilibrio de la actividad pública o, dicho de otra forma, desarrollar una labor de gestión que cohesione social, económica y culturalmente el entorno en el que se desenvuelve la ciudadanía. Y ese territorio, ese municipio cohesionado sólo cuajará con una hoja de ruta política que tenga como prioridad responder a las necesidades y demandas individuales, por un lado, y a los retos colectivos, por el otro.
En los ayuntamientos que se precien de tal responsabilidad y competencia, debe ponerse en valor esa idea. Un buen ejemplo serían los presupuestos participativos como procesos dinámicos y abiertos de mejora, como un laboratorio de ideas lanzadas por todos los vecinos, entidades ciudadanas como agentes sociales con el añadido de los políticos, técnicos municipales y expertos en las materias a abordar.
Con el más o menos ingente volumen de información generada y localizada, aquellas peticiones y propuestas más recurrentes recabadas engrosarán los diversos proyectos a realizar. Esa actuación, que se añadiría a otras que no se ven, se combinaría con el impulso de iniciativas estratégicas planificadas para transformar muy mucho y a mejor la fisonomía de todo municipio.
Todo ese paquete de planes conducirían a una deseable realidad: la de disfrutar de una ciudad más integradora, habitable, acogedora, más equilibrada y, en definitiva, más cohesionada.
Juan José Ruiz Moñino