"Los presupuestos municipales como un instrumento de primer orden para el buen gobierno de un pueblo"

Por Juan José Ruiz Moñino

Tras el regreso vacacional los ayuntamientos españoles se hallarán inmersos en una frenética actividad preparatoria de sus presupuestos municipales. Es así que unas cuentas públicas locales que se precien de realistas, productivas y eficientes deben cumplir tres premisas fundamentales: dar cobertura a los segmentos de población más vulnerables, impulsar la actividad económica con la generación de empleo y la atracción de inversiones públicas y privadas para consolidar/mejorar los niveles de calidad de vida de sus vecinos con la creación y mantenimiento de infraestructuras, equipamientos y servicios. Estos tres mandamientos son los que no debe soslayar todo ayuntamiento con una estrategia clara de servicio al ciudadano, a los intereses generales de los vecinos.

Es por ello del todo punto lógico y necesario que los consistorios diseñen unas cuentas expansivas. Algo que debe venir favorecido tanto en clave externa por la llegada de más dotaciones procedentes de las administraciones estatal y autonómicas como a nivel interno por rentables esfuerzos de saneamiento de las finanzas redundando en el doble efecto positivo de aumentar las inversiones y reducir la carga fiscal.

La puesta en rendimiento de ambas cualidades o factores debe suponer para los consistorios un ejercicio de gestión volcada en posibilitar la generación de tejido productivo, actividad económica, puestos de trabajo y yacimientos inversores poniendo, por ende, las cosas fáciles a los emprendedores.

Hay que arbitrar unas cuentas con las que nuestros municipios mejoren en lo económico (dinamizando la creación de empresas, nuevos contratos de trabajo y pulverizando al máximo las listas del paro) y en lo social (invirtiendo, repito, en la lucha contra la pobreza dentro de una estrategia integral de protección a la población con la puesta en valor de programas de atención y bienestar comunitario).

En suma, una adecuada administración de recursos que no toque los bolsillos de los ciudadanos, que deberán pagar lo justo por los servicios que reciben y que se correspondería con una rebaja fiscal.

Otro capítulo rentabilizador de futuro es el de las inversiones, las pequeñas y grandes obras en un despliegue de cobertura para todos los barrios por igual y que daría como resultado la mejora de la calidad de vida de los vecinos y la creación de empleos directos e indirectos.

En sí nuestros ayuntamientos parten en estos momentos en buenas condiciones para afrontar exitosamente los desafíos del futuro a corto plazo en el ámbito de unos cometidos que se trazan como norte y guía el bienestar general de los vecinos.

Todo es bueno para poner en máximo valor la economía de un municipio y sus sectores de actividad, ya sean los que estén en funcionamiento o los que se implanten a corto y medio plazo con la innovación por bandera de porvenir y modernización.

Juan José Ruiz Moñino

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